En
la Escuela Hípica Quirón
En
los últimos años ha evolucionado considerablemente y se la ha puesto en
práctica con enfermedades como stress, depresión, fobias, adicciones,
trastornos obsesivo-compulsivos y los desórdenes alimentarios, entre otras.
Junín,
Provincia de Buenos Aires, Argentina.
06/06/2015. La nobleza, la sensibilidad y la capacidad de percepción que posee
el caballo, un animal que ha traspasado siglos como fiel compañero del hombre
en las más variadas actividades, son cualidades que tal vez no sorprendan pero
definitivamente confirman su grandeza.
Durante
cientos de años se conocieron muchos de los beneficios de su compañía pero fue
en el siglo XX cuando la “equinoterapia” como actividad tomó forma, intentando
colaborar en la rehabilitación de ciertas enfermedades que incluían diferentes
tipos de discapacidad psíquica o física.
La
alta sensibilidad de los equinos permite que el contacto físico con ellos o
bien su ritmo de movimiento permitan generar una conexión corporal pero sobre
todo emocional con los seres humanos influyendo en su comportamiento.
Escuela
Hípica Quirón
Argentina
fue precursora en la inclusión de esta terapia alternativa que en la actualidad
cuenta con más de cien centros en el país.
De
la mano de Leopoldo Piegari, más conocido como Leo, nació en Junín la Escuela
Hípica Quirón que brinda esta modalidad terapéutica además de las tradicionales
clases de equitación.
En
la zona, según Leo, “no sorprenden las actividades con caballos pero en Junín
no ha sido siempre así. De todos modos ha ido creciendo mucho, con distintas
disciplinas”.
Piegari
comenzó a enseñar equitación a los 14 años. Hoy, con 40, cuenta con una gran
trayectoria como jinete especializado en salto. “Yo no tenía cinco años cuando
los paisanos me llevaban a andar a caballo. Estaba desesperado por andar a
caballo. Me llamaba la atención y como era chico para manejar, ellos me
llevaban”, recuerda.
Como
si el entorno fuera necesario para descubrir la pasión por los caballos, en la
casa de Leo, el mundo equino no existía y aún así, su interés por ellos hizo
que desechara muchos deportes para quedarse con la equitación.
Años
de experiencia y preparación también le permitieron volcarse hacia la
equinoterapia y brindarla como terapia en su escuela.
Terapia
natural
“En
mi experiencia lo que veo es que el caballo es un gran estimulante. Una
diferencia que se ve con el perro, que también es un animal que nos encanta y
nos conmueve, es que el caballo se puede montar y se puede lograr un ejercicio
naturalmente. Está comprobado por la medicina y cada vez más recomendado. Yo
siempre lo consulto en diálogo particular y es así”, destacó Piegari en diálogo
con LA VERDAD.
En
sus clases, intenta por sobre todo integrar a los chicos, aunque no siempre se
puede. “Trato de que sea una clase más. A veces se puede, a veces no. Por
horarios o por cuestiones del trabajo que hay que hacer con cada chico. He
trabajado con todas las escuelas de Junín y lo he hecho con un grupo de
profesionales. Hoy estoy en forma particular pero siempre consulto quién los
manda, por qué vienen”, explicó.
Beneficios
“Los
beneficios de la equinoterapia pasan por la gran estimulación que genera el
animal, por el ejercicio que provoca el caballo con las piernas. Se logran
muchos cambios con una terapia que es natural, sin siquiera darse cuenta de que
lo hacen. Con el caballo caminan en forma natural y a la vez disfrutan. Eso es
lo más grande que tiene este animal”, afirma el entrevistado.
Edades
“Cuando
hay chicos muy chiquitos –como me ha pasado de tener nenes de un año- uno les
pide a los padres que los lleven y que empiecen por estar en contacto con los
caballos mansos, pero desde abajo y así ver las reacciones que van teniendo
antes de llegar a montarlo”, explica Leo.
El
contacto con este animal tan perceptivo es esencial para la terapia que se
hace, incluso de a pie, sin necesidad de montarlo.
“Siempre
hago que le lleven una zanahoria, que le den de comer, entonces logran un
vínculo de a poco. Imaginate que llegan, ven un animal tan grande que al ser
nenes chiquitos se impresionan. Es por eso que al darles de comer, estar en
contacto, los acarician, se relajan”, cuenta sobre la forma de comunicación
inicial.
Si
bien muchos de los chicos quieren montarlos enseguida, la idea es ir de a poco
para lograr los objetivos.
“Siempre
me manejo con experiencias que he tenido. Hoy los cursos de equinoterapia son
avanzados pero no hay nada escrito, todo está en estudio”, afirma.
Mejorías
visibles
Las
diferentes experiencias positivas a lo largo de los años le permiten a Leo
Piegari atestiguar los cambios favorables que la equinoterapia tiene en
personas con diferentes discapacidades.
“Un
caso que tengo presente es el de un chiquito autista de 7 años que no hablaba.
Después de andar mucho comenzó a relajarse, a disfrutarlo y un día yo iba
caminando y el me seguía montado porque había aprendido a manejar y de repente
empezó a llamarme diciendo ‘eh, eh’ y yo seguí caminando. Hice de cuenta que no
lo había escuchado pero él siguió hasta que en un momento me dijo ‘Leopoldo’.
Fue muy importante porque él no hablaba nada. No le sacabas una palabra”,
recuerda Leo, en esa época trabajando junto a un grupo de profesionales.
Otra
experiencia que le dejó esta tarea fue la reacción de un grupo de niñas con
discapacidad motriz: “Cuando las subías al caballo, siempre con uno, no solas,
era un cambio total. Por ahí las soltabas y se notaban totalmente relajadas y
quietas. Cuando bajaban se ponían muy activas y había que sostenerlas en las
sillas”.
Recientemente,
un niño con autismo comenzó a saltar una pequeña valla en la escuela, motivo de
alegría y signo de progreso en su desarrollo.
“El
no manejaba el caballo pero yo sabía que lo iba a hacer porque se daba cuenta
de todo lo que yo le explicaba pero no quería hasta que un día empecé a agarrar
otro caballo y a montar y él me empezó a seguir y a trabajar junto con dos
caballos montados. Hoy en día maneja solo y salta una vallita muy bajita, pero
solo. Con cuidado pero lo hace y esos son pequeños grandes logros”.
Un
caso muy especial es el de una niña con un grado de autogresión y que a partir
de la terapia ha modificado algunas conductas.
“Cuando
llega y ve el caballo se le cambia la cara. Sonríe, lo monta, lo disfruta”,
cuenta Leo. “Y los padres me dicen que tiene semanas bravísimas pero cuando
llega acá se relaja, se tranquiliza y montando cambia todo. Imaginate que le
hace bien a ella y a sus padres poder verla bien”.
Pasión
por los caballos
Leo
es un apasionado de su tarea y se considera afortunado de poder vivir de lo que
hace, dando clases todos los días, con pasión y empeño.
Dentro
de la equitación él se dedica a la competición y muchos de sus alumnos también.
“Siempre
depende de cada uno, yo lo que hago dentro de lo que es la equitación, que
significa montar, es el salto. Es mi fuerte la competencia. Pero hay gente
grande que va o los mismos chicos, que no les interesa competir. Entonces hacen
el deporte, saltan pero no participan con la exigencia de un concurso”.
Este
año, la Escuela Hípica Quirón se sumó a la Federación Ecuestre Argentina, lo
cual marca un suceso importante ya que en la zona no hay escuelas federadas.
“Fue
un avance importante que nuestra escuela esté registrada a nivel nacional.
Hacemos competencias a través de la federación, hemos estado por todos lados.
Hemos hecho el federal que se hace en Rosario y luego competimos una
clasificación en Rafaela y la final en Córdoba. También vamos a Buenos Aires o
asistimos a concursos en el interior”.
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