El éxodo rural y las enfermedades provocan que el futuro de los garranos de la sierra sea desalentador
Vigo, Galicia, España. Agosto, 2019
Los caballos salvajes saltan entre los tojos
que se acumulan en las cumbres de A Groba. Lo hacen con la soltura de
toda una vida en la sierra que, frente al Atlántico, atraviesa Baiona,
Oia y O Rosal. Rebuznan mientras rebuscan entre unos tojos que a estas
alturas del verano ya han perdido su flor. Con su boca y su duro bigote
llevan miles de años como jardineros de este paraje único del sur de
Galicia.
A día de hoy corren por A Groba 1.300 caballos salvajes
o, como los llaman en el lugar, garranos o burras. No son domésticos,
pero pertenecen a 80 miembros de la asociación de ganaderos de A Serra
da Groba. Aunque parezca paradójico, ser salvajes y tener dueño les ha
salvado de desaparecer. Por lo menos hasta ahora. «Cada vez quedamos
menos socios», explica el presidente de la asociación, Modesto
Domínguez. El éxodo rural y el poco interés de las nuevas generaciones
en el monte y en una tradición única deja a los ganaderos y a los
caballos sin relevo generacional. Y lo que está claro es que «a menos
donos, menos cabalos», concluye el presidente. A este problema se le une
la epidemia de piroplasmosis equina que afecta a los garranos. Esta
enfermedad se transmite a través de las garrapatas y destruye los
glóbulos rojos provocando una anemia que puede ser mortal.
Ganaderos y miembros del Instituto de Estudos
Miñoráns (IEM) denuncian que están «sós» en la defensa de los garranos.
Explican que el decreto equino que promulgó la Xunta en 2012 y que
reconoce a los caballos salvajes como domésticos dificulta en gran
medida la conservación de la especie. Las gastos se multiplicaron desde
ese año y los ejemplares estuvieron bajo mínimos hasta los últimos años.
Los ganaderos deben pagar dos seguros, un microchip, una cuota de
asociación y los gastos de mantenimiento por cada caballo. Lo hacen por
«tradición e amor a terra», ya que no le aportan ningún beneficio.
Miembros del IEM y ganaderos llevaron el recurso hasta el Tribunal
Europeo el año pasado, pero aún esperan la resolución.
También denuncia que el Gobierno autónomo no
ha tomado ninguna medida para combatir la enfermedad que diezma a los
garranos. No existe una vacuna, pero la Xunta «non nos facilita os
fármacos», por lo que se las ingenian duplicando las dosis que se
utilizan con las ovejas. Lo hacen de manera simple, «dos de ovella, unha
de cabalo».
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