La sevillana Inmaculada Romero regenta Moraima, un paradisíaco centro de crecimiento personal en Sopela
Por Aner Gondra Fotografía Oskar González
Julio, 2019.
Inmaculada posa con su compañero Morante, un caballo de 13 años.
En un jardín escondido del mundo, en un pequeño Edén oculto entre colinas boscosas de Sopela (Vizcaya, País Vasco, España), Morante pasea en silencio. Camina despreocupado mientras escucha a su acompañante que, entre caricia y caricia, describe sus retos, sus miedos... “Morante es buena gente”, dicen de él. No juzga, no señala, no castiga. Parece que solo escucha, pero Morante hace mucho más. Morante es coach. Hasta aquí, todo normal. Salvo por el detalle de que Morante es un caballo.
Morante tiene 13 años, es sevillano y llegó a Sopela de la mano de Inmaculada Romero. Esta andaluza vino a Bizkaia por amor y aquí decidió arrancar con un proyecto que aúna sus dos pasiones: su profesión (es trabajadora social) y los caballos. “Tengo una vocación de acompañamiento a personas que están pasando dificultades”, explica la sevillana, “el tema de mejora y del empoderamiento me fascina. Es vocacional. Tuve una vivencia personal con mi caballo y encontré que existía esta profesión. Me motivó poner mi caballo a disposición de las personas para que pueda ayudarlas”.
Inmaculada y Morante son pioneros en Bizkaia en esta modalidad de coaching. “De por sí, la naturaleza y el caballo tienen efectos terapéuticos, pero esto no es terapia”, explica Inmaculada mientras Morante pasta por el jardín acompañado por Capri, un borrego que le sigue a todas partes, “no tratamos directamente lo que son patologías o personas con diversidad funcional, ni tampoco trastornos sicológicos graves como puede tratar un sicólogo. Esto se basa en un acompañamiento y en que la propia persona no sea receptora, sino protagonista y plenamente capaz de resolver por sí misma y salir de una situación difícil”.
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¿Por qué un caballo ejerce de coach? “Se aprovecha el instinto de huida del caballo, ya que es un animal que vive en manada y tiene que tener una percepción extraordinaria de su entorno para salir a la huida por su seguridad, porque de lo contrario, el depredador se lo come”, relata Inmaculada Romero, “eso ha hecho que tenga sus sentidos tan extremadamente agudizados como para poder captar el nivel energético que hay en su entorno y recoge informaciones para saber si tiene que huir o no”. Estas cualidades hacen que sea un ser muy útil a la hora a de examinar aspectos de las personas que pueden pasar desapercibidos: “Cuando una persona pasa a formar parte del entorno del caballo, el caballo procesa su información. Son capaces de percibir la emocionalidad que hay en la persona y sus patrones inconscientes a través de nuestro cuerpo y nuestro lenguaje no verbal. Morante es experto en lenguaje no verbal y puede captar informaciones que para nosotros son tan sutiles que no las percibimos. Él tiene un comportamiento como caballo en consecuencia a eso que percibe y eso la persona lo capta. Hace de reflejo de eso que estamos emitiendo y no somos conscientes de ello”.
Inmaculada y Morante están deseando recibir “a toda persona que quiera hacer un cambio en su vida o mejorar algún aspecto de sus circunstancias personales o profesionales”. Este proceso no consiste en montar a Morante, sino que se pone en marcha una dinámica. “Se tiene una conversación con el caballo en libertad y yo le voy dando observaciones”, detalla Inmaculada, “a medida que la persona va hablando de algo que le emociona o le provoca sentimientos yo le doy observaciones de lo que está pasando con el caballo. También se hacen dinámicas con objetos que representan en el terreno la situación sobre la que se quiere trabajar”. Se trata de un “aprendizaje emocional”. Así pues, ya no hay que tener miedo a los nuevos retos. Ahí está Morante dispuesto a escuchar y a echar un casco a quien lo necesite.
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