¡Y llegó el Belmont Stakes! Cañonero II, el sueño de la triple corona

 

Cañonero II, saliendo a la pista de Belmont Park, 1971. Cortesía El Universal

La primavera de 1971 fue testigo de una de las historias más inverosímiles y conmovedoras en la hípica mundial, la de Cañonero II. Un “Purasangre Venezolano”, recuerden que nació en Estados Unidos pero desarrolló su carrera en Venezuela, de aspecto peculiar y pedigrí discreto, que emergió de la oscuridad para asombrar a todos con victorias consecutivas en el Kentucky Derby y el Preakness Stakes. Su búsqueda de la Triple Corona en el Belmont Stakes no solo capturó la atención de los aficionados, sino que encendió la pasión de una nación entera y generó un debate encendido entre los expertos, mientras el caballo libraba una batalla silenciosa contra una dolorosa lesión.

Antes del Belmont Stakes: Un Fenómeno Global y una Nación a la expectativa

La llegada de Cañonero II a Estados Unidos fue, en sí misma, una epopeya. Viajes accidentados, una condición física inicial que hizo dudar a muchos, y un pedigrí que no figuraba en las listas de los favoritos. Los "expertos" de la hípica estadounidense y la prensa especializada lo veían como una rareza, un "outsider" con pocas, o nulas, posibilidades en el Derby. Su victoria en el Kentucky Derby, fue calificada por muchos como una "casualidad" o un "fluke". Sin embargo, su posterior triunfo en el Preakness Stakes demostró que era mucho más que eso. No era solo un caballo de un día; era un verdadero campeón.

Este "caballo feo y chueco", nació con la pata delantera derecha torcida, conmovió al público. Su historia de superación resonó profundamente. La narrativa de un pequeño equipo venezolano, con recursos limitados pero una fe inquebrantable, triunfando sobre los gigantes de la hípica estadounidense, era irresistible.

En Venezuela, el fervor era incontrolable. Cañonero II se convirtió en un ícono nacional, un símbolo de orgullo y de lo que era posible lograr contra todo pronóstico. Luego de su triunfo en el Kentucky Derby, su siguiente aparición en la pista fue seguida con una pasión desbordada. La gente se congregó en plazas y lugares públicos para ver y oír las transmisiones de las carreras, y las calles se paralizaron. Los periódicos y emisoras de radio dedicaron amplios espacios a su historia. Las agencias de viajes diseñaron sus estrategías para viajar a Nueva York con “todo incluido”, hasta los cantantes del momento hicieron un “Jingle” para promocionar a Cañonero en la carrera, los programas de televisión más importantes tenían una nota informativa sobre Cañonero, el país entero soñaba con la Triple Corona, y el Belmont Stakes se erigió como un evento de magnitud nacional, una fecha en el calendario marcada por la esperanza. Se enviaban innumerables telegramas y mensajes de apoyo a su equipo, y se organizaron celebraciones masivas tras sus victorias en el Derby y el Preakness. El entusiasmo era tal que, en el día del Belmont, la expectativa era casi insostenible.

A nivel internacional, Cañonero II generó un interés inmenso. La prensa deportiva de todo el mundo hablaba de su historia, de su origen humilde y de su meteórico ascenso. Se le comparaba con otros grandes caballos que habían desafiado las expectativas. Su presencia en la escena hípica revitalizó el interés en el deporte y demostró que las grandes historias de la hípica podían venir de cualquier lugar.

Hablan los expertos

Tras sus dos victorias, la opinión de los expertos se dividió, y se generó un verdadero revuelo en el mundo de las apuestas y el análisis hípico.

Por un lado los escépticos, a pesar de sus triunfos, muchos puristas y analistas de pedigrí seguían viendo a Cañonero II con desconfianza. Argumentaban que sus victorias habían sido producto de circunstancias favorables o que sus rivales no habían rendido a su máximo nivel. Se cuestionaba su resistencia para la distancia del Belmont (2.400 metros), la más larga de la Triple Corona, dado su estilo de carrera de ir en punta. Algunos columnistas estadounidenses lo catalogaban como un "corredor de velocidad" que no aguantaría el fondo, y que sus patas, especialmente la delantera torcida, lo harían vulnerable en una carrera tan exigente.

En el otro lado de la acera estaban los convencidos, los que comenzaron a reconocer su innegable talento y corazón. La forma en que había dominado en Churchill Downs y Pimlico, mostrando una combinación de resistencia, velocidad y tenacidad, hizo que muchos se retractaran de sus pronósticos iniciales. El "efecto Cañonero" era evidente: el caballo estaba demostrando que el pedigrí no lo era todo y que la determinación era un factor clave. El hecho de que fuera entrenado por Juan Arias, un preparador venezolano poco conocido en Estados Unidos con métodos de entrenamiento un tanto ortodoxo según los entendidos en la materia, y montado por Gustavo Ávila, añadía un aire de intriga y romanticismo a su historia.

La gran incógnita sobre la distancia, era la principal preocupación técnica que rondaba en los círculos hípicos sobre su capacidad para recorrer los 2.400 metros del Belmont. Aunque había demostrado tener una buena resistencia en las primeras dos etapas, el Belmont es una prueba de fondo pura. Los analistas discutían si su estilo de ir en punta, como lo hizo en gran parte de la carrera en el preakness stakes, lo desgastaría demasiado antes de la recta final, o si su resistencia innata viniendo de atrás como lo demostró en el kentucky derby, sería suficiente para superar a sus rivales.

La Lesión en el Casco y el Informe Veterinario

Lo que la mayoría del público desconocía el día del Belmont Stakes era la batalla que Cañonero II libraba contra una dolorosa afección. Días antes de la carrera, el caballo comenzó a mostrar signos de cojera leve, que su equipo, encabezado por el entrenador Juan Arias y el veterinario Dr. William O. Reed, intentó manejar con máxima discreción para no alarmar a los medios ni a los apostadores, quiero hacer mención de la participación que tuvo el Dr. J.J. Hernández Rosal que era el veterinario de Cañonero II en Venezuela y en este caso, al no poder hacer acto de presencia en el lugar, cuando fue consultado por Juan Arias y el Dr. Reed, dió plena confianza para que se practicara el tratamiento elegido, puedo dar fe a este comentario debido a que en mi carrera como estudiante de Medicina Veterinaria, el popular “JJ” como se le conocía al Dr. Hernández Rosal, fue mi profesor en asignaturas relacionadas con equinos y en numerosas oportunidades salía a colación relatos sobre Cañonero. Vale la pena destacar capítulo aparte, que el Dr. Reed, fue el veterinario que atendió con su equipo de profesionales, a la super yegua Ruffian, cuando esta tuvo el accidente en una de sus manos durante el desarrollo de la carrera contra Foolish Pleasure, en la denominada “The Match race”  en julio de 1975.

Se observó que Cañonero II caminaba con cierta incomodidad y que no apoyaba el casco de manera uniforme en la pata delantera derecha. Aunque no era una cojera incapacitante a simple vista para un observador no entrenado, para el ojo experto del equipo, era un indicativo de un problema.

El Dr. Reed realizó una revisión exhaustiva y diagnosticó una infección en el casco, específicamente una pododermatitis crónica vegetativa en la ranilla del casco delantero derecho. Esta es una afección bacteriana que causa una proliferación anormal de tejido en la ranilla y la suela del casco, generando dolor y sensibilidad a la presión. La humedad y la suciedad en el establo pueden contribuir a su desarrollo. Se le administraron antibióticos y se realizaron vendajes y tratamientos tópicos para intentar controlar la infección y reducir la inflamación. El equipo hizo todo lo posible para aliviar el dolor y permitir que el caballo pudiera correr, pero el tiempo era limitado.

La decisión de correr a Cañonero II en el Belmont con esta lesión fue un dilema enorme para el equipo. Por un lado, la oportunidad de la Triple Corona era única en la vida; por otro, la salud del caballo era primordial. El Dr. Reed y Juan Arias monitorearon de cerca su condición. Aunque la infección no era potencialmente mortal, el dolor sí afectaría su rendimiento, especialmente en una carrera tan exigente como el Belmont stakes. Más pudo la presión pública y las enormes expectativas lo que  influyó en la decisión final de correr, confiando en la tenacidad del caballo y en que la medicación podría mitigar el dolor lo suficiente.

No fue sino hasta después de la carrera que la verdadera magnitud de la lesión fue revelada públicamente. El Dr. Reed emitió un informe veterinario confirmando la infección. Esta revelación explicó el bajón de Cañonero II en los últimos tramos del Belmont, cambiando la percepción de su derrota de una simple "fatiga" a una "lucha heroica" contra el dolor.

La Carrera del Belmont Stakes: Un Corazón que Luchó contra el Dolor

El 5 de junio de 1971, con más de 81.000 personas en Belmont Park, el ambiente era electrizante. Cañonero II salió con su característico estilo audaz, tomando la punta de la carrera desde el inicio. El rugido de la multitud era ensordecedor. Para los aficionados venezolanos que seguían la carrera a miles de kilómetros de distancia, cada zancada era un latido, el apoyo de la comunidad latina se hizo presente con la narrativa del "sueño americano" y la capacidad de superación. Miles de venezolanos y otros latinos que residían en Estados Unidos, especialmente en Nueva York y estados cercanos, viajaron a Belmont Park. No solo buscaban ver una carrera de caballos; iban a apoyar a "su caballo”, a ser parte de la historia. Las banderas venezolanas y de otros países latinos eran visibles, y el español se escuchaba por todas partes.

Había una mezcla de tensión y euforia. Se sentía un aire de carnaval, con la esperanza de que Cañonero II conquistara la hazaña. Se escuchaban gritos de "¡Vamos, Cañonero!" y "¡Viva Venezuela!". Los aficionados cantaban, celebraban cada paso que daba el caballo en la pista de calentamiento y esperaban ansiosamente el pistoletazo de salida, el sueño de la Triple Corona era compartido por millones, esta misma pasión se replicaba en otras comunidades latinas alrededor del mundo.

Cañonero II representaba no solo a Venezuela, sino a los latinos en un escenario donde tradicionalmente dominaban los purasangres y equipos estadounidenses. Era una afirmación de identidad y capacidad. El sorprendente ganador del Kentucky Derby y el Preakness Stakes, que buscaba convertirse en el primer caballo en ganar la Triple Corona en 23 años (desde Citation en 1948).

Un inmenso entusiasmo

Desde el momento en que Cañonero II salió al paddock para la revisión previa a la carrera, la ovación fue atronadora. Su aspecto era un poco más delgado que en sus anteriores salidas, y se podía notar una ligera incomodidad en su forma de pisar debido a la infección en su casco delantero derecho, aunque esto era desconocido para la mayoría del público. Montado por el jinete venezolano Gustavo Ávila, Cañonero II se dirigió al aparato de partida bajo un ambiente donde reinaba el optimismo.

Cuando se dio la señal de "¡And they're off!" (¡Y ya salieron!), la multitud rugió. Cañonero II, salió con fuerza de la gatera, bajo la audaz conducción de Gustavo Ávila, rápidamente tomó la delantera. No esperó ni un segundo. Se colocó en la punta, dictando el ritmo de la carrera. Otros caballos intentaron seguirle el paso en los primeros compases, como Bold Reason (otro de los favoritos) pero Cañonero II impuso un ritmo fuerte, Ávila sabía que la mejor oportunidad de Cañonero II era establecer y mantener a sus rivales a raya, aprovechando su velocidad inicial y su tenacidad. El caballo parecía cómodo en el liderazgo, con sus zancadas amplias y rítmicas.

A medida que los caballos doblaban la primera curva y se adentraban en la recta opuesta de Belmont Park, Cañonero II seguía en la punta. La distancia de 2.400 metros exige una distribución inteligente de la energía, y Ávila estaba tratando de conservar lo suficiente para el final. El público, que vibraba con cada zancada, comenzaba a sentir que la Triple Corona estaba al alcance.

Los parciales de la carrera indicaba un ritmo honesto. Cañonero II mantenía una ventaja cómoda, de uno o dos cuerpos, sobre sus perseguidores inmediatos. Sin embargo, en carreras de esta distancia, los que corren desde atrás a menudo guardan sus energías para un ataque final. Entre los que acechaban estaban Jim French y, más atrás, Pass Catcher, que estaban siendo reservados por sus jinetes.

Fue al entrar en la última curva, la famosa "Curva de la Muerte" de Belmont Park, donde la historia de Cañonero II comenzó a tomar un giro dramático. A medida que Ávila le pedía más a su caballo para el envión final, Cañonero II, que había respondido tan valientemente en las dos carreras anteriores, no tenía la misma respuesta. El dolor de la infección en su casco, aunque manejado con medicación, comenzaba a pasarle factura en la fase más crítica de la carrera, cuando la fatiga se acumula.

Sus zancadas, aunque aún valientes, perdieron parte de su fluidez. Los rivales que habían estado acechando, notaron la debilidad. Primero, Jim French, que había estado cerca de Cañonero II durante gran parte de la carrera, se acercó peligrosamente. Luego, desde el fondo, Pass Catcher, un caballo con un estilo de finalizador, comenzó una arrolladora carga por el centro de la pista.

En la recta final, el sueño de la Triple Corona comenzó a desvanecerse dolorosamente. Cañonero II luchó con todo su corazón, mostrando su increíble espíritu de combate, pero el dolor físico y el desgaste de una temporada extenuante eran demasiado. Fue superado primero por Pass Catcher, que aceleró con fuerza y tomó la punta. Jim French también lo rebasó, y finalmente, Bold Reason también logró superarlo.

El ganador, Pass Catcher, corrió una carrera inteligente que, a diferencia de Cañonero II, no tenía el desgaste de las dos primeras gemas ni la carga de una lesión. Cañonero II, con un corazón indomable, luchó hasta el final, pero finalmente cruzó la meta en la cuarta posición, su sueño de la Triple Corona desvaneciéndose en los últimos metros. El júbilo en la multitud se convirtió en una mezcla de decepción y compasión, hubo un silencio sepulcral en Belmont Park y un luto colectivo en Venezuela. Muchos aficionados, tanto en el hipódromo como en sus hogares, se sintieron desolados y algunos incluso lloraron.

Sin embargo, esta tristeza no duró mucho. Al conocerse la noticia de la infección en el casco del caballo, la percepción cambió drásticamente, recuerdo como si fuese ayer, la entrevista que le hicieron en televisión a Gustavo Ávila comentando el desarrollo de la carrera y luego al Dr. Reed, hablando de la lesión que padecía Cañonero II, indicando los pormenores a los cuales se enfrentaron para poder poner a tono la condición del caballo para la carrera, a partir de allí la decepción se transformó en un profundo respeto y admiración aún mayor. La comunidad latina y los aficionados de todo el mundo entendieron que Cañonero II no había perdido por falta de corazón, sino por una batalla interna contra el dolor.

La derrota en el Belmont stakes fue un golpe duro para el equipo presente y para Venezuela, pero no empañó el brillo de Cañonero II. La revelación de su lesión luego de la carrera alimentó su leyenda, demostrando la increíble valentía del caballo al competir con semejante desventaja.

A pesar de no lograr la Triple Corona, la temporada de Cañonero II en 1971 fue tan excepcional que le valió el Eclipse Award al Mejor Caballo Pura Sangre de Tres Años. Este reconocimiento consolidó su estatus como uno de los grandes de su generación, superando a sus rivales a pesar de sus orígenes y su inesperada lesión.

¡Viva Cañonero!

Belmont Stakes de 1971

Nos vemos en una próxima entrega.

Son Apuntes de un Veterinario.

Redacción e investigación documental Enrique Alberto Martín-Caro Malavé

1 comentario:

  1. ¿Quieres conocer cada detalle de la increíble gesta de Cañonero II en el Belmont Stakes de 1971? Desde su improbable ascenso, el fervor en Venezuela, la opinión de los expertos, la verdad de su misteriosa lesión, hasta el dramático desarrollo de la carrera y su posterior legado. Un artículo exhaustivo sobre uno de los caballos más carismáticos de la historia.
    La historia de Cañonero II en el Belmont Stakes de 1971 es un testimonio de coraje y perseverancia. Desde su humilde origen hasta la fiebre de la Triple Corona, y la dolorosa verdad de su última carrera, este artículo te sumerge en la vida de un caballo que se convirtió en un símbolo de superación y dejó un legado imborrable. Si amas las historias de campeones, ¡esto es para ti!"

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