Burgos junto a su ejemplar, llamado Magical Bailey's, en la Exposición Rural de Palermo.
La criadora María Julia Burgos impulsa un proyecto inclusivo con Gypsy Vanner, de origen gitano; se trata de un caballo dócil, inteligente y receptivo al contacto con las personas.
Por Mariana Reinke
Inspirada en una historia de raíces irlandesas y con una fuerte impronta cultural, una mujer trajo a la Argentina una raza equina única en el mundo, con potencial terapéutico y familiar. “Es un caballo que viene a buscar al humano, como si supiera que su tarea es acompañarlo”, dijo a LA NACION con emoción María Julia Burgos, la primera criadora de la raza Gypsy Vanner en la Argentina.
Correntina y con un fuerte vínculo con Irlanda a través de su marido, un descendiente de inmigrantes, Burgos conoció a este equino en un club hípico hace más de una década. Desde entonces, su vida y su misión cambiaron por completo.
El Gypsy Vanner es una raza joven, nacido del vínculo entre la tradición nómada y la vida en familia. Es un caballo que tiene su origen en comunidades gitanas itinerantes del norte de Irlanda y zonas celtas del Reino Unido. Fue criado para tirar de las caravanas donde vivían varias generaciones, por lo que su carácter manso y su confiabilidad eran imprescindibles.
Así es el Gypsy Vanner, el caballo gitano que llegó a Argentina con una misión familiar y terapéutica
De contextura sólida, patas fuertes y porte armonioso, este equino destaca también por su estética singular. Llama la atención por sus crines largas, su pelaje abundante en la cola y el característico flequillo en las patas, conocido como “plumas”. Su pelaje puede presentar distintas combinaciones, aunque una de las más apreciadas es la capa manchada blanca con negro o marrón, que realza aún más su figura elegante.
Lo que verdaderamente distingue a la raza, más allá de su belleza, es su temperamento excepcional: dócil, inteligente y receptivo al contacto humano. Esa nobleza natural lo convierte en un caballo ideal para tareas de recreación, actividades terapéuticas y el trabajo compartido con personas sin experiencia ecuestre. “Vivían con la familia, tiraban del hogar ambulante, estaban con los niños, con los abuelos, por eso su temperamento tenía que ser inmejorable”, explicó Burgos.
Pero fue en Estados Unidos donde esta raza encontró su estandarización y proyección global. “Allí seleccionaron los mejores ejemplares en Irlanda e Inglaterra y crearon un estándar de gran pureza”, contó. Fascinada por su estética glamorosa —pelo largo, abundante, movimiento elegante— y por su comportamiento dócil, decidió viajar a Ocala, uno de los epicentros ecuestres de ese país, para conocer en persona a su fundador y principal criador.
En 2016 concretó la compra de tres animales fundadores: un padrillo y dos yeguas, que llegaron en avión a la Argentina. Tras alquilar inicialmente un predio en Escobar, luego se trasladó a Capilla del Señor, donde hoy Burgos cría una manada de 15 ejemplares. “Estos son los primeros Gypsy Vanner de máxima pureza nacidos en la Argentina. Es una fundación, aún no hay asociación, pero el objetivo es crearla a medida que se sumen más criadores”, aseguró.
La visión de Burgos no es solo genética; su propósito va mucho más allá: fundar un centro terapéutico, educativo y recreativo familiar. “Mi sueño es mostrar la esencia de esta raza sin que se distorsione. Es un caballo pensado para acercar el mundo ecuestre a quienes no tienen experiencia, ni campo, ni habilidades previas. Es un caballo para todos”, afirmó con convicción.
Burgos reconoció que durante mucho tiempo no podía compartir su amor por los caballos con quienes no estaban en el ambiente. “Era una pasión muy solitaria. Me di cuenta de que faltaba una raza accesible, amable, que sirviera como puente para acercar a las personas al caballo”, explicó.
El Gypsy Vanner, también conocido como Fancy Horse en Estados Unidos, tiene usos múltiples: puede ser montado, usado en tiro o incluso en actividades de recreación y terapia. “Su temperamento es tan tranquilo que sirve para personas con discapacidades, adultos mayores o niños pequeños”, remarcó.
Rodolfo Poliszczuk, adiestrador especializado en caballos de tiro, fue quien se encargó del entrenamiento de los primeros ejemplares nacidos en la Argentina. “Cuando María Julia me pidió que los adiestrara, no conocía la raza. Me sorprendieron para bien: aprenden rápido, son muy inteligentes y, sobre todo, muy nobles. Pueden usarse en cualquier ámbito: desde una quinta familiar hasta una estancia con carruajes de lujo”, relató.
Poliszczuk, con décadas de experiencia, destacó un punto crucial: “Son tan rápidos para aprender lo bueno como lo malo, por eso el trabajo debe ser preciso. Pero la mansedumbre que tienen es realmente espectacular. Son ideales para la familia: no van a poner en peligro a nadie”.
Actualmente, Burgos prioriza el bienestar de sus animales por sobre la reproducción masiva. “No hago parir a las yeguas antes de los tres años. Prefiero cuidarlas. Hoy tengo ocho hembras jóvenes, y espero tres nacimientos para fin de año”, dijo.
Sobre el futuro de la raza en el país, se mostró optimista: “Tiene más potencial del que imaginé. Después de la pandemia, mucha gente busca reconectar con la naturaleza. El caballo, el carruaje, la vida al aire libre, vuelven a tomar valor. Este es un caballo que no es solo bello, es un compañero, une a las familias”.
Para la criadora, en un país donde el caballo tiene una fuerte tradición cultural, la llegada del Gypsy Vanner propone un nuevo paradigma. No se trata solo de estética o rendimiento. Es, en palabras de Burgos, “un caballo que transforma”.
Ver noticia original con sus detalles en: La Razón
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