La escasez de cocheros, debido a que las nuevas generaciones prefieren otros trabajos más “cómodos”, y lo costoso de los caballos atentan contra este medio de transporte
Por Noel Caballero – EFE
Lampang, Tailandia. Septiembre 2015. Una larga fila de automóviles aguarda el discurrir sosegado de una carroza de caballos por el casco histórico de Lampang, ultimo reducto de este medio de transporte tradicional que se extingue en la moderna Tailandia.
“No tenemos problemas (con el tráfico), la gente considera que somos parte de una tradición”, asegura Prachak Chairuamkul, portavoz de la asociación de carruajes de esta ciudad, a unos 600 kilómetros al norte de Bangkok.
Coincidiendo con la llegada del ferrocarril al país, en los albores del siglo XVIII, los mercaderes introdujeron las calesas de caballo para impresionar a sus clientes y proveedores.
Mientras algunos historiadores aseguran que fueron llevadas por comerciantes portugueses vía Macao, otras fuentes apuntan a que las trajeron los británicos desde la vecina Birmania (Myanmar).
En poco tiempo las carrozas a caballo eran comunes a lo largo de los caminos de tierra que vertebraban el país utilizadas por gobernantes y tratantes locales, además de convertirse en algunas regiones en un medio de transporte público.
El incipiente desarrollo del país a mediados de siglo y el impulso de los nuevos vehículos a motor supuso la imparable retirada de los carros que quedaron confinados a modo de “atracción turística” en la pedanía de Lampang.
“Normalmente, si el padre conduce carros el hijo puede heredarlos, pero a ellos no les gusta, los venden”, apunta Prachak sobre la disminución del legado a las nuevas generaciones.
Aunque la asociación de carroceros también está abierta a nuevas inscripciones, el número de carros continúa en descenso. “Los jóvenes prefieren trabajar en oficinas o tiendas. Lugares donde tienen más comodidades como el aire acondicionado”, afirma.
Actualmente, entre 60 y 70 calesas tiradas por pequeños caballos, cuya raza procede de Mongolia, recorren las calles asfaltadas de la ciudad para deleite de los visitantes.
“Los caballos grandes son más caros y se dañan las coyunturas en menos tiempo”, comenta el portavoz de la organización al cifrar el precio de los ligeros corceles mongoles en un máximo de 60.000 baht (unos 1.780 dólares).
Por un módico precio de 400 baht a la hora (unos 12 dólares) se puede disfrutar de un agradable paseo por la ribera del río Wang que atraviesa Lampang y visitar los más importantes templo de la ciudad.
Los carruajes, decorados con colores llamativos y motivos florales y una capota que protege al viajero ante las inclemencias del tiempo, atraen en su mayor parte a turistas tailandeses y a los más pequeños de la familia.
En contadas ocasiones los colegios de la zona solicitan los servicios de este tradicional medio de transporte para excursiones recreativas.
El número de clientes “escasea” y los “conductores van vendiendo” las carrozas, se resigna Prachak, que explica que han perdido su razón de medio de transporte local entre los residentes de la urbe.
Lampang, que utiliza los carros tirados por caballo como símbolo de la provincia, organiza cada año a principios de abril un festival para conmemorar la importancia de este servicio de transporte en el desarrollo de la provincia.
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